Pedro J. Ramírez: De inmundicia, corpiños y meados

El título del post puede sugerir un ad hominem, un juicio parcial basado en las preferencias sexuales de un individuo, pero no es así. Es indignación pura y dura, rabia por la piscina de orina moral en la que este subhumano se baña a diario. Dejen que me explique: Los compañeros de partida de Ignacio Uría, última víctima de la banda terrorista, decidieron rendirle un homenaje jugando, con lágrimas en los ojos, la partida que a diario echaban con el fallecido. Un bello gesto que lanzaba un mensaje claro a las anacrónicas alimañas que persisten en apretar el gatillo para imponer su doctrina: "Nada de lo que hagáis cambiará nuestras vidas. Vuestros actos no marcarán el ritmo de nuestra existencia". Sólo un hijo de la grandísima puta, manipulador, amoral y rastrero puede tergiversar esa intención, ese gesto, en una muestra de la omerta que campa por Euskadi. Sólo un perturbado hijo de mil padres puede editorializar concluyendo que ese es el ambiente de una localidad donde los compañeros de un asesinado actúan como si nada hubiera sucedido, presentándolo como un elemento de la atrofia moral de parte de la sociedad vasca. Si ya había trascendido todos los límites, en esta ocasión ha batido el récord. No puede caer más bajo. EDIT: Sacar baza de este crimen lo pone a la altura de los asesinos. Pero, perdonen por mi dureza, los suscriptores del mundo desde el día 5 lo están financiando y por ello son cómplices. Pásalo.